Evaluación del Proyecto de Mejora Institucional

"...Pensar en la evaluación (...) significa pensar en primer lugar en la "educación", en "docencia",  en "conocimiento", en "saber", "aprendizaje" y "enseñanza"; en "formación" y "experiencia"; en "escuela y sociedad"; en democracia" y "ciudadanía" (...) Requiere optar por teorías y concepciones que sostengan la construcción de los parámetros/referente desde los cuales se formularán las preguntas que transformarán el "tema" en "objeto" de evaluación..." 

(Celman, S. 1998)


     Para preguntarnos por el valor educativo del Proyecto de Mejora  y buscar entenderlo, quizás nos ayudarían las preguntas ¿para qué? ¿por qué? ¿cómo? ¿quiénes? 

      Respondiendo a estos interrogantes planteados, el proyecto “Construyendo nuestra Identidad” buscó  contribuir a la construcción y consolidación  del sentido de pertenencia de quienes habitan el IFD Nº 715 y su revalorización social en la comunidad.

     Aunque las acciones  explícitas proyectadas consistieron básicamente en encuentros y jornadas de capacitación y perfeccionamiento docente, la concreción de las mismas  tenían como objetivo posibilitar el compartir, colaborar, crear lazos profesionales e interpersonales, recuperar y valorizar las prácticas pedagógicas y experiencias docentes, asumir desafíos, desrutinizar y desnaturalizar lo cotidiano.

     Los encuentros contaron con  la participación de alumnos, docentes del IFD y de otras instituciones y   la contribución especial de docentes invitados de reconocida trayectoria a nivel provincial y nacional.

     Otra consecuencia esperada de este proyecto fue la viabilidad de poder problematizar la formación docente y las prácticas pedagógicas desde la propia mirada y desde la mirada del otro.

     Un reto final constituyó la publicación de un libro / revista que recupere y sintetice lo más significativo de estos encuentros y experiencias.

     Quienes tuvimos a nuestro cargo la Coordinación general y la responsabilidad en cada eje, pensamos distintas actividades que permitan el intercambio de experiencias entre los participantes, la actualización bibliográfica, el desarrollo de la creatividad y la revisión crítica de los problemas que enfrentan en la práctica.

     Vale decir que el  Proyecto de Mejora  se elaboró con escaso tiempo (son conocidas las condiciones en las que trabajamos los docentes del nivel superior)  por un grupo de profesores de la institución, por lo cual necesitábamos abrirlo a la mirada de los demás actores, volver sobre lo escrito y revisar   para una  nueva toma de decisiones. Se puso a discusión en días institucionales para que los docentes puedan sentirse parte.   Esto llevó a realizar las siguientes acciones: 
  • Una encuesta a docentes y alumnos acerca de las problemáticas que vivencian y representan
  • Consultar a un experto que  nos  permitiera leer-nos desde otros marcos: lo que posibilitó replanteos, nuevas preguntas, nueva orientación del proyecto
  • Encuentros organizados por profesoras de la formación pedagógica con docentes de otras instituciones bajo los  ejes “Educación especial en una escuela para todos. Ámbitos de preocupación e intervención”. “El rol de MOI en la escuela común: la formación docente, tensiones y cambios”
  • Encuentros con docentes de diferentes trayectorias en el sistema educativo, se trabajó con alumnos de 1ª y  2º año de distintos profesorados
  • Jornada de debate “Una utopía Pedagógica” a cargo del Dr. Arturo Firpo destinada a los alumnos, docentes del IFDC Nª 715 y comunidad en general
  • Jornada de reflexión y debate “Sobre evaluaciones, saberes, miradas, aprendizajes en prácticas educativas de formación” a cargo de la Lic. Stella Maris Altamirano destinada a docentes y alumnos  (de segundo a cuarto año) del Instituto
  • Organización y publicación  de una revista institucional

¿Qué se evaluó?
       Teniendo en cuenta la complejidad de aspectos, actividades involucradas en una evaluación educativa se priorizó como “foco sustantivo” de este trabajo a los alumnos docentes y considerando las implicancias que  sobre su formación, experiencia  y prácticas en particular tuvo el proyecto de mejora. Proyecto enmarcado en una institución de formación docente, donde la experiencia de formación es formación de la experiencia.

Metodología

        Como equipo de trabajo nos reocupaba poder entender  que es lo que docentes y alumnos podían ver, cuestionar, analizar y problematizar de las acciones emprendidas desde el proyecto de mejora, en este sentido nos interesaba recuperar  la experiencia en tanto “acto de formación” y la pedagogía como “dispositivo que ofrece un lugar en el que se constituye y se transforma la experiencia de si” (Larrosa, 1996)
        El instrumento que utilizamos fue una encuesta, realizadas a docentes y alumnos, con preguntas abiertas que nos permitiera acercarnos a sus visiones, (se trabajaron las categorías de pertenencia, organización, participación etc) también se dieron espacios de debate y reflexión (observación y registro) que nos aportaron otros elementos para el análisis.

Algunas problematizaciones sobre los dichos de los actores institucionales
 La potencialidad de las instituciones  para la construcción de espacios de diálogo y de recuperación de la experiencia  nos permite como docentes poder ir planteando líneas de acción que redunden en la consolidación  de un espacio más democrático para todos. En este sentido estamos convencidos que esto no es un trabajo en soledad sino colectivo, donde  escuchar   las voces de los distintos actores, conlleva poder pensar –nos en este contexto particular como lo es el instituto, lugar que tiene sus propias huellas, concepciones, producciones simbólicas, tiempos y espacios, etc. Lugar donde los distintos actores construyen su historia personal y colectiva.

       Haber participado de los distintos espacios  de discusión y reflexión  que posibilitó la autoevaluación nos posiciona desde un lugar complejo, atravesado por nuestras propias representaciones, valores y prejuicios, quizás por ello sea necesario como dice Onetto recuperar las ideas centradas  en la alteridad como “eso que me pasa”, “eso que me pasa como alumno” “eso que me pasa como docente” que determina/condiciona modos de actuar y decir. “Eso que me pasa” implica una reflexión ya que la experiencia es un movimiento de ida y vuelta. Un movimiento de ida porque la experiencia supone un movimiento de exteriorización, de salida de sí mismo,  de salida hacia fuera,  que va al encuentro con eso que pasa, al encuentro con el acontecimiento. Y un movimiento de vuelta porque la experiencia supone que el acontecimiento me afecta a mí, que tiene efectos en mí, en lo que soy yo, en lo que yo pienso, en lo que yo siento, en lo que yo sé, en lo que yo quiero.

       Lo expuesto nos permite pensar en nuestros colegas y alumnos como sujetos que hacen o padecen su propia experiencia, de un modo único  singular y propio, es desde ese lugar que los dichos, demandas y prácticas adquieren significatividad.

      Los docentes y alumnos manifiestan la necesidad de transformación, de ser  escuchados, de  poder participar, de mejorar la convivencia, luchan por espacios, aparece así la institución no como algo acabado, donde nada se puede hacer sino como una “práctica”,  donde en el interior  confluyen distintas fuerzas, lo instituido e instituyente.

      Desde los discursos que pudimos leer y escuchar, aparece tensionada la idea de comunicación, los distintos actores institucionales cuestionan los canales formales de hacer circular la información, ¿Quién comunica? Desde qué lugar lo hace?

      La comunicación comprende relaciones interpersonales, grupales, sociales en general y circunstancias económicas, políticas, culturales, hay discursos que predominan, temas a los que se presta más atención, no solo trasmiten los labios sino también los gestos, miradas, etc. Siempre nos encontramos en una situación de comunicación, donde tenemos ciertas maneras de emitir y percibir.

       Entonces nos preguntamos ¿qué espacios de encuentros posibilitamos? ¿Y cómo los significamos?

     “La comunicación va a suponer…un intercambio…con conflictos. La comunicación (etimológicamente del latín communicatio – establecer una relación, poner en común) se refiere a los intercambios intencionales de significaciones interhumanas, relacionales. …para entender la comunicación debemos ubicarla bajo el signo de la “traición”. La palabra es molesta y choca, pero es real…no se puede entender nada sobre la educación, sobre la enseñanza o sobre la formación si no aceptamos “la traición”.

“Traicionar” quiere decir aquí escapar al deseo que los profesores tienen respecto de sus alumnos…es en ese sentido que existe traición legítima en la comunicación. La comunicación no es la comunicación o la identidad de puntos de vista, sino que la comunicación es necesariamente conflictiva porque son participantes diferentes. Es el otro, y el otro y lo diferente no son lo mismo. El otro supone la heterogeneidad. Y el otro es otro para mí en la medida en que se me resiste.  La gente no está prefabricada para beber las palabras de ustedes o para comer el alimento (educare); son sensibles, están vivos, reaccionan”[1]

En nuestra institución un discurso, una clase, un proyecto, constituyen textos sociales hechos desde cierto punto de vista. En este sentido, cada uno de ellos resulta una versión sobre cierto tema o problema.  Y a su vez, aquellos a los que enviamos (destinatarios) están rodeados de otros textos y producen los suyos.

La tarea es aprender  a leer los textos sociales propios  de una situación de comunicación y aprender a cuidar  cada detalle de los que enviamos.  Por lo cual se hace preciso revisar como estamos llegando a los “otros” y que construcciones hacemos nosotros de eso que nos dicen.

También podemos problematizar la idea de participación, ya que  la mayoría de docentes  y alumnos consideran que no tienen una participación real, pareciera ser que en nuestro instituto la participación tiene todavía  un carácter utópico, es más una meta  que una realidad, un deseo, pero de todos modos nos sirve para dar dirección a futuras acciones. Sabemos que la participación comprende una  faceta  ideológica porque guarda relación  con la actitud que asumamos frente a los riesgos que  conlleva que el “otro”  colabore en la toma de decisiones.     
  Asumir una actitud participativa implica cierta renuncia a los intereses particulares por parte de cada miembro que compone la institución.

Una de las dificultades que se presenta cuando queremos lograr una real participación  es el tiempo que se debe destinar en su efectivización. Sin embargo, debemos apostar a la misma, para lograr poder ir creciendo en  autonomía, con una responsabilidad compartida y así  construir el sentimiento de pertenencia, necesario para la mejor convivencia.
Recordemos, dice Cantero (2003)  que uno de los efectos fundamentales  que provoca la participación real es la autonomía  que logran los actores, ya que dejan  de esperar que desde los niveles jerárquicos se impongan en decisiones  para tomar las propias  frente a diversas circunstancias-

“Participación y autonomía, unidas,  dan por  resultado un proyecto institucional conveniente a las necesidades propias y a la conformación de un modelo institucional a la medida… ¿Cómo lograrlo si no es con autonomía y participación interesada y comprometida por el placer de producir un trabajo concertado y desafiante? (Ruth Hart, 1999).



Entendemos que dentro de cada institución se va generando, desde su constitución, fronteras, reglas, relaciones, mandatos, organización, rutinas, conflictos…elementos que se combinan para conformar una cultura institucional. Cultura que tiene en los sujetos a sus productores y sus “productos”. Es así que las instituciones pueden leerse desde diferentes miradas. Una de ellas, la Gestión Directiva. 

Muchos autores hablan de la gestión, entre ellos Víctor García Hoz y Rogelio ([2]) proponen para los directivos cuatro funciones para la organización y gobierno de los establecimientos educativos: la toma de decisiones; la comunicación y participación; la planificación; y la evaluación y control. 

Teniendo en cuenta las encuestas realizadas podemos decir que nuestra estructura institucional tiene tintes donde se observa: poca coordinación entre objetivos y actividades, docentes aislados, aprendizajes poco significativos, prácticas infértiles, que no producen los frutos esperados y deseables. 

Pero es importante considerar que todos los miembros de la institución implementamos diariamente decisiones de política educativa en nuestras prácticas, cuando organizamos equipos de trabajo en el aula y en la institución, cuando tomamos medidas administrativas y de gestión del establecimiento, cuando definimos los mecanismos de inscripción de los estudiantes, propedéutico, trabajos prácticos, parciales, coloquios, talleres, etc. 

Es importante aquí detener la mirada y acordar algunos conceptos: el rol es el lugar que ocupamos, el que desempeñamos y para el cual hemos sido designados, (Directivo, Secretarios, Preceptores, Bibliotecario, Alumnos, Ordenanza). Otro concepto es el de funciones que son las responsabilidades correspondientes a cada rol y por último el concepto de tareas que son aquellas actividades que desarrollamos para cumplir con cada función. 

Estos desempeños están explicitados en el PEI, Reglamento Interno y normativas vigentes, esto debería permitir a los equipos de conducción y docentes definir y decidir cómo construir los roles y cuál es el perfil que esperamos de quienes ejercerán cada uno. 

En este sentido, el modelo y estilo de gestión institucional que se adopte y predomine en una institución, estará ligado a la modelo social que los sujetos, implícita o explícitamente asumen. 

Desde estas perspectivas nos preguntamos ¿Cómo enfrentar los problemas educativos desde la multiplicidad de sentidos que acontecen en una institución? 

Las dificultades con que nuestra institución educativa se encuentra pueden interpretarse como: dificultades para plantear diálogos entre las redes de experiencia de los sujetos juveniles y los sujetos docentes; la pobreza simbólica y los estereotipos a la hora de reformular las identidades institucionales. En éste sentido se enfoca el instituto en su micro política teniendo en cuenta el poder, las disputas ideológicas, el conflicto, los intereses y el contenido político que se desarrolla dentro de la institución. 

Si pensamos que las instituciones educativas son espacios de lucha y de contradicciones en los que se entreteje el poder, el deseo , las normas, los ritos, los mitos, los contenidos, espacios, tiempos, etc., pero por sobre todas las cosas son espacios en y donde se construyen subjetividades. Entonces quienes actuamos en ellas contribuimos en esa construcción, somos protagonistas. 

Cuando hacemos referencia a la gestión escolar la intención es mostrar que todos gestionamos, la cabeza visible es la del Rector pero en Gestión educativa todos somos responsables de acuerdo al grado de compromiso, la forma en que la habitamos-construimos (como cuidar y dar abrigo), el grado de apertura y transparencia, en cómo se gesta el modo de asumir lo público, lo común. Los directivos son el vínculo entre el adentro y el afuera del establecimiento. Según Graciela Frigerio (1997) el director debe constituirse en el coordinador general de la institución, y en consecuencia, ocuparse y ser responsable por las cuatro dimensiones del campo (organizacional, administrativa, pedagógica – didáctica, y comunicacional)[3]

Por lo tanto, la función es por un lado, lo específico a su tarea de dirigir (administrativo, organizacional) y por otro, lo que tiene que ver con lograr la integración (abordar las demandas expresadas por la comunidad y la búsqueda de respuestas efectivas, generar espacios de participación, optimizar la comunicación, propiciar el diálogo y encuentro entre los distintos sujetos). Lo que lleva a tensiones y expectativas contradictorias que exigen respuestas, como así también las diferentes formas de dar la mismas, definirán los estilos de realización social, un modo de comprender y aplicar la autoridad, en otras palabras la gestión directiva, es una realización individual pero que requiere de acciones conjuntas.[4]

Las instituciones no son entidades inertes, son lo que hacemos y nos hacen. Gestionar, habitar, dar hospitalidad en un establecimiento que se dedica a formar docentes es posibilitar encuentros con el saber pero también con el otro. Y esto nos llevó a reflexionar sobre comunicación, participación, gestión, etc… 

“Participar es también poder tomar distancia respecto a lo dado; es proponer alternativas y tomar iniciativas. Es constituirse como sujetos que ejercen su libertad…sujetos que pueden imaginar nuevas formas de vincularse y hacerse cargo de sus propuestas” 

“Educar es permitir a otros que conquisten su autonomía…permitir que logren su autonomía en el ámbito de lo común es una instancia de emancipación; es brindar condiciones para que logren cierto poder (no sobre el otro) poder para esperar, para continuar pensando, para estar atentos y abiertos…El poder ya no es poder sobre…es poder en relación, poder-con…”[5]



Elegimos esta frase para dar un cierre provisorio acerca de las temáticas presentadas, pero nos quedan interrogantes, desafíos para seguir pensando y actuando:

-si no sucede, si no acontece la participación ¿qué ocurre con la libertad y la emancipación?

-¿qué institución queremos?

-¿qué formación brindamos?

-¿qué egresados formamos?

-¿Cómo mejoramos nuestras prácticas educativas?

-¿es deseable sostener la pluralidad? ¿Quién lo desea?

No cerramos… abrimos el debate. Queda un extenso recorrido. Tal vez este sea un punto de inicio, en el que apoyarnos para crecer.





Equipo de evaluación:
  • Lic. Daniela Burkhard                                  
  • Prof. Cristina Calvet                    
  • Prof. Marcelo Faure                
  • Mag. Claudia Vertone

                                       
Alumnos:                 
  • Ester Alcaraz (Profesorado de Historia)            
  • Pablo Batista (Profesorado EGB 1 y 2)              
  • Sandra Cabrera (Profesorado de Matemática)







[1] ARDOINO, Jaques: “Complejidad y formación. Pensar la Educación desde una mirada epistemológica.” Ediciones Noveduc. Buenos Aires. 2005


[2] Pozner, P.: El directivo como gestor de aprendizajes escolares. Editorial Aique, 1996. Buenos Aires.
[3] Frigerio, Graciela: “De aquí y allá. Textos sobre la institución educativa y su dirección”. ED. Kapeluz. Buenos Aires. 1997
[4] Llavador, Francisco Beltrán Op.cit.
[5] CANDIOTI, María Elena: “Responsabilidad por el otro y ante el otro en el ámbito de lo común” en Frigerio y Diker (comps.) “Educar: posiciones acerca de lo común”. Ediciones del estante. Buenos Aires. 2008

“A la Luz de ciertas evidencias”

Soledad Pucheta.
"Creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio social y que la educación será su órgano maestro. Una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar, quiénes somos en una sociedad que se quiere a sí misma. Que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia, y nos abra la segunda oportunidad sobre la tierra. Por el país prospero que soñamos al alcance de los niños"
Gabriel García Márquez


     Sin dudas la evolución del Docente tiene una historia que contar, el oficio del maestro y el peso de la historia está presente no sólo en las dimensiones materiales del sistema educativo (los edificios, las aulas, los textos escolares, etc.) sino  también en los agentes, es decir en las mentalidades de los maestros, sus identidades y sus prácticas.

     Es obvio que los maestros de hoy son distintos a los de ayer, sin embargo, parte de ese pasado fundacional está presente en la conciencia  reflexiva de los docentes de hoy. Es un legado, una herencia que se adopta.

     Por este motivo es imprescindible recordar el pasado para captar que hay de nuevo en el oficio de enseñar y  para eso, se debe  conocer los momentos fuertes de su trayectoria en el tiempo.

     Cuenta la historia, que el país carecía de maestros, Domingo Faustino Sarmiento en su presidencia, crea las “Escuelas Normales” para formarlos.

     Se contrataron 65 maestras norteamericanas, para difundir la instrucción pública. ¿Por qué vienen estas mujeres?...sencillamente el país tenía un proyecto, con el cual no sólo se convocaban maestras, sino que también a inmigrantes.
     De esta manera la educación primaria pasó a ser una especialidad y la mujer estuvo a cargo de esa labor.

     Entre estas brillantes docentes se encontraba Isabel King y Clara Armstrong, maestras que impartían diferentes oficios en la escuela (regente, vicedirectora, docente de varias materias, excursiones escolares, clases de higiene personal, etc.)

     Estas conocían todos sus grados, la escuela era su vida y poseían un componente de “entrega” de sí, de donación que penetro profundamente en el espíritu del normalismo argentino. Un ideal heroico, un trascendentalismo. Para la formación académica de los futuros maestros.

     Cabe destacar que el Normalismo marcó un hito en la cultura argentina y dio a los Maestros formados en él, un sello inconfundible, “una manera de ser”, “de pensar”, “de sentir”, “de actuar” y “de vivir”.

     La imagen que se fue conformando a través de esta regulación creciente fue la de una personalidad sin fisuras, representante del Estado o la República, encargado de una misión superior a la que debía abocar todas sus fuerzas.

     Probablemente lo más sabido sobre la educación de las primeras décadas del siglo XX es que apuntó a un nacionalismo que la cultura escolar se encargó de codificar.  La enseñanza de la historia patria se fue instalando progresivamente y en torno al  Centenario se comenzaron a establecer rituales nacionales claramente dirigidos al trabajo de la escuela. En realidad fue en los años treinta y cuarenta que los docentes hicieron de la formación nacional la principal razón de su práctica cuando los artefactos vincularon el día a día de la escuela con contenidos, liturgias, símbolos nacionales. De hecho, los contenidos patrios se fueron imponiendo en detrimento de la educación moral o de la educación del carácter, tal como solía entendérsela anteriormente.

     Así, los docentes se convirtieron en hacedores de una gran acción simbólica, imbricando de un modo magistral acción, pensamiento y emocionalidad. Esto implicó nuevas acciones y significados en la cultura escolar, ofreciendo además nuevos marcos de expectación.

     En síntesis, mientras el Estado promovía la cultura nacional, los docentes inventaban su propio código cultural para metabolizarla…

     Desde antes que mediara el siglo XX muchos docentes fueron pactando cambios en la educación bajo el supuesto de que si cambiaban los vínculos hacia adentro de la escuela también cambiarían afuera.

     Por tanto, diferenciándose de docentes rutinarios, proponían y ofrecían  la realización de transformaciones en aulas impregnadas de pedagogía tradicional, a la vez que se reconocían con inteligencia y capacidad para introducir contenidos y modos novedosos de enseñar.

     La generación de ese clima de necesidad de mudanzas y transformaciones se expresó en el interrogante entre los docentes sobre qué preservar y qué modificar. Así, algunos alentaron un tipo de trabajo diferente en el aula buscando muchas veces en la didáctica un hechizo que les permitiera concretar la ilusión.

     Cuando hablamos del siglo XXI, inmediatamente nos vienen a la mente ideas como tecnología, Internet, racionalidad científica, la sociedad del conocimiento, entre otros, y otra realidad asociada a ello, es que están cambiando a un ritmo sin precedentes.

     Es entonces cuando nos encontramos con más que una corriente de pensamiento... nos encontramos con una realidad: la brecha que existe entre el profesional del siglo XXI y la escuela de hoy. Cada docente se encuentra en el aula con miembros de la sociedad civil: niños y  jóvenes que ven la realidad desde la velocidad de lo cibernético, la angustia del desempleo (que se vive en la familia o en la calle) y la necesidad de resolver problemas reales. Es urgente pasar de transmisor, el-que-todo-lo-sabe, a formador, el-que-acompaña, en lo cotidiano.


     Para enfrentar los factores adversos de la globalización y aprovechar sus beneficios, es necesario avanzar a su ritmo en los cambios que la educación requiere. Se trata de brindar lo mejor como factor de equidad, testimonio de posibilidad y esperanza para quien menos tiene, impulso para reconocernos iguales y con necesidad del otro. El análisis del rol de los docentes en este momento de profundos cambios sociales, pone de manifiesto la enorme complejidad de los problemas… Es necesaria la reflexión permanente y sistemática para poder visualizar los problemas y sus caminos de solución, pero por sobre todo es necesario aquel espíritu que nos permita rescatar una realización humana, según su propia dignidad  y el compromiso con los demás, frente a un sistema educativo extraviado, nuestro llamado tendría que ser  el siguiente: “rescatar al ser humano que está detrás de cada alumno, de cada docente y devolverle el control soberano sobre su existencia…”

Había una vez: el ingreso al complejo mundo de la lectura y la escritura


¡Adivina qué es!-Le dice

-¿qué es? 

- es tu nombre lo que ves …estas ahí dentro!-  

le reveló con una crispación de brujo. 

El negrito se veía a sí mismo ahí, apresado todo él en un trazo de gis.

Patrick Chaimoseau ”Camino a la escuela”




             Pensar o reflexionar sobre el complejo tema de la lectura y la escritura en la alfabetización inicial nos mueve a  buscar la punta de un ovillo que enreda y entreteje recuerdos, experiencias, incertidumbres, saberes, métodos, creencias, discusiones, triunfos y fracasos. Aprender a leer y escribir no sólo abre la puerta a la cultura sino que cambia para siempre nuestro modo de pensar. Aprender a leer y escribir nos marca como alumnos y como sujetos sociales, no lograrlo también. 

    Por eso creemos que centralizar nuestro ensayo en este tema implica llevar la mirada a un tramo específico del sistema educativo y a un problema general de diversos países,  pero más que nada implica tomar la responsabilidad que le cabe a la escuela en la construcción de una propuesta alfabetizadora sistemática , articulada y plural.

Enseñar a leer y escribir por primera vez, puede (y no) sintetizarse en la palabra: Alfabetización. Si bien la alfabetización ha sido tomada en sus diferentes metáforas  y Berta Braslavsky nos ha enseñado mucho sobre esto[1], tomaremos el término en el sentido de la alfabetización inicial. Como dijimos, tomar el hilo,  tomar la palabra nos supone ser parte de la trama social y creemos firmemente  que  la escuela  tiene el compromiso de ofrecer una propuesta  alfabetizadora sistemática, articulada y plural que piense a la lengua como patrimonio sistema y estilo. Para construir un tejido resistente a los embates, a los tiempos, a la incertidumbre, a la navegación de la vida.

Entendemos (en primer lugar) que la propuesta de alfabetización de la escuela debe ser articulada y equilibrada. Esto supone repensar en la dimensión histórica  el concepto mismo de alfabetización. Tradicionalmente (y aún hoy algunos lo siguen pensando) la alfabetización inicial remitía a la enseñanza de la lectura y escritura de las primeras palabras, letras según el caso. Los debates a los que hacía referencia Braslavsky en “La querella…”[2]  disputaban cuál era el mejor método para lograr estas habilidades. El concepto de alfabetización ha mutado al ritmo de los tiempos del hoy, tal como lo plantea Beatriz Diuk [3], no hacen mera referencia a habilidades básicas de lectura y escritura sino al desarrollo lingüístico y cognitivo que abarcaría la producción y comprensión de textos. Si bien estos requerimientos actualmente no son cuestionados teóricamente,  en las aulas de la  escuela, la práctica se sigue debatiendo entre polarizaciones residuales de diversos momentos históricos. Por un lado  los métodos a los que hacíamos referencia y por otro  el enfoque comunicativo que centró su atención en la producción de prácticas orales de lectura y escritura de textos completos en situaciones comunicativas reales pero que descuidaron el trabajo con el sistema. El abandono de la enseñanza sistemática de las habilidades y conocimientos involucrados en la comprensión del sistema de escritura afectó especialmente a aquellos niños que sólo pueden acceder a estos conocimientos en el ámbito escolar. Poe eso, es necesario complejizar la mirada sobre la alfabetización inicial, entendiendo que se trata, tal como lo sostiene Borzone, de un proceso  que involucra  múltiples aprendizajes simultáneos e interrelacionados .En la actualidad no se trata de debatir si se debe trabajar con palabras o con textos. La pregunta apropiada es, en cambio, cómo articular el trabajo con todas las unidades del lenguaje. Para ello resulta necesario profundizar la comprensión acerca de los conocimientos que un niño adquiere en su proceso de alfabetización inicial para proponer ,  en el marco del escenario actual , la necesidad de una propuesta equilibrada, que contemple una enseñanza de la lectura y la escritura como patrimonio , sistema y estilo .

Asumir la enseñanza de la lectura y la escritura inicial  de manera  sistemática,  articulada y plural   significa (y requiere)  en segundo lugar: explicitar esa propuesta. Asumir un camino a recorrer y adoptar una sistematicidad. Algunos  docentes piensan que  para que los niños se inicien en la lectura y la escritura con estar inmersos en un ambiente alfabetizador basta, que no es necesario asumir una metodología[4]. Ante estas representaciones,  nos re- claman dos interrogantes que no intentamos agotar pero sí abrir a la interpelación,  enredarnos en ellos: ¿qué sucede con aquellos niños donde este ambiente no está presente? y… ¿basta con un ambiente alfabetizador para aprender? En los borroneos que desean rodear una repuesta para el primer interrogante retomamos una cita de Beatriz Diuk  quien certeramente  sostiene que: “Aprender sobre la escritura implica comprender que la escritura tiene significado, que es lenguaje y que es un instrumento útil para desenvolverse en la vida diaria”[5]. Y la ponemos a dialogar con Herbrad: “Entonces, ¿qué es enseñarles lectura a los chicos? Es enseñarles la lengua de los libros y la cultura de los libros. Si no, la alfabetización no sirve de nada. Y los chicos que ven que sus esfuerzos de alfabetización no van a dar a una comprensión de lo que ellos leen, abandonan ese “saber hacer”. (…)Entonces, para nosotros la cuestión de alumnos de medios o ambientes populares no es una cuestión de alfabetización, sino una cuestión de cultura”[6]. Con este diálogo de citas queremos sostener  que hay niños para quienes la cultura escolar, la  de la lectura y la escritura,  es distinta a la que viven a diario y por tanto   requieren un trabajo de acercamiento, de diálogo que va más allá de enseñar una palabra, una  letra y que comienza más acá de la escolarización básica… comienza antes (de la lectura propiamente dicha), antes de la cultura escrita, en la cultura oral: en el jardín. El docente  como mediador debe reponer continuamente los “implícitos de la cultura”[7]. En este sentido, compartimos una reafirmación fundamentada y propositiva de Teresa Colomer acerca de la importancia de literatura en la escolaridad básica, en tanto vía privilegiada para promover el acceso de los niños y de las niñas a la palabra escrita y, por lo tanto, al mundo cultural.

Por otro lado y buscando enhebrar una posible respuesta al segundo interrogante, si bien es necesario este ambiente alfabetizador, por sí sólo no basta, el aprendizaje de la lectura y la escritura no es natural, debe explicitarse. El sistema alfabético, la doble articulación del lenguaje no se descubren por sí solo  , debido al alto grado de abstracción que requieren necesita de un trabajo sistemático que , si bien los alumnos que vengan de contextos más favorecidos en el uso de la lectura y la escritura estarán mejor preparados para hacerlo,  esto por sí solo no basta . La conciencia fonológica debe desarrollarse en forma procesual.  Por eso, es necesario plantear el proceso de alfabetización inicial de manera sistemática, explícita y secuenciada.

            Retomando la argumentación de nuestro ensayo  en un  tercer punto (que incluye los demás) y nos parece central para dar sentido al compromiso social que requiere el aprendizaje de la cultura escrita, estamos convencidos que la alfabetización en la escuela ya no puede pensar-se por fuera de la pluralidad y la heterogeneidad. Posicionarse de esta manera  nos demanda desmontar los mitos o las valoraciones  residuales circulantes en relación a la diversidad lingüística y cómo estas supuestamente impiden o dificultan el aprendizaje de la lengua escrita. Y en consecuencia: la necesidad que demanda el escenario actual de abrir  la entrada a la cultura escrita por la puerta de la heterogeneidad y convertir al docente en términos de Ferreiro en :un  “traductor cultural”. Si bien la idea de diversidad  históricamente, está unida a la de alfabetización[8] nuestra  escuela pública es heredera de una  misión que equipara los verbos igualar con homogeneizar. En este marco se generó el mito del dialecto único, de una lengua estándar, supuestamente pura. Las consecuencias prácticas y teóricas de esta concepción han llevado a considerar erróneamente que existe algo así como “una lengua” de la que derivan, por contaminación o desviación, distintos dialectos. Y esto estigmatizó: ” La escuela pública de los países latinoamericanos, cada vez más superpoblada y menos preparada técnicamente, cada vez más empobrecida en todos los sentidos, pasó de la heterogeneidad negada a la heterogeneidad reconocida como un mal inevitable. Pero la causa de esas diferencias inevitables se ubicó siempre en algo interior al niño mismo (déficit o patología) o en algo exterior a la escuela (la carencia de estímulos en el medio familiar)” [9]nos interpela Emilia Ferreiro. En el momento del ingreso a la escuela, la diversidad se manifiesta en la oralidad primaria del niño y las diferencias son interpretadas como carencias. Se considera que algunos alumnos “no saben hablar” o “hablan mal” y que por ello es difícil o imposible enseñarles a leer y escribir, se patologiza a aquellos niños cuyo dialecto (cultura) es más lejano al escolar. En muchos casos se procura modificar la oralidad primaria  como condición de partida para que puedan pronunciar bien y, de esa manera, se puedan alfabetizar. La gravedad de estas situaciones, que en algunos casos derivan hacia la patologización de niños, permite ver que la formación docente debería reconsiderar los conocimientos que se están desplegando en torno de estas cuestiones en los Institutos que forman maestros.

Pero este problema va estrechamente ligado a otro: el de la relación entre lengua oral y escrita. En la cotidianeidad todos  los hablantes usan dialectos, entre los cuales por razones políticas, se suele elegir uno o la combinación de algunos para imponer una lengua oficial y ser utilizado en la educación o en los documentos oficiales, pero esto no significa  que naturalmente se trate de conjuntos de formas mejores o peores. En general, hay una tendencia a pensar una relación isomórfica y por lo tanto fluida entre la lengua oral y la alfabetización. Se tiende a pensar que se alfabetiza en la lengua que se habla.

Pero la relación es más compleja porque, como señala Raiter,[10] muchas veces la enseñanza de los usos especializados, que son la lectura y la escritura, se realiza en y sobre un dialecto diferente del materno: “nada más falso que la afirmación de que se escribe lo que se habla”. Y añade: “Algunos alumnos tendrán un dialecto materno no español o tendrán un dialecto español tan alejado del estándar que necesitarán ser iniciados en el aprendizaje de la lectura y la escritura con metodologías de enseñanza de lengua extranjera .Esto exige, según Melgar[11]  replantear el estatus epistemológico y didáctico de la alfabetización como enseñanza de la lengua escrita. En relación con el tema Emilia Ferreiro[12] piensa una concepción de la lengua -y, por lo tanto, de la lectura y la escritura- como permanente proceso de traducción. El fundamento de esta hipótesis sociolingüística, abre la posibilidad de inclusión y negociación de las diferencias inscriptas en el seno de todas las sociedades, pasadas y presentes, a través de un proyecto de alfabetización que no persiga ya la homogeneización de los sujetos, sino una verdadera convivialidad: una "equivalencia en la diferencia" en términos de Jackobson.

Por lo tanto,  la alfabetización inicial reclama  una escuela que inaugure el “había una vez “y habrá puertas a través de metodologías explícitas  y secuenciadas   a la oportunidad de acceder a conocimientos acerca de la escritura como sistema, patrimonio cultural y estilo: “La coherencia y articulación entre estos tipos de conocimientos los constituye en productores de éxito en el aprendizaje de la lectura y la escritura a lo largo de la escolaridad”[13].

Entramar y traducir comparten algo esencial de su significado que es el “tras-paso”, palabra cuyo sentido tambalea  entre el movimiento, el cruce  de un estado a otro y la conservación: ésta también puede ser una imagen de lo que significa entrar al mundo de la cultura escrita. Los hilos de este entramado son herencias, lanas destejidas de otros tiempos.

Encontramos en  ellos : residuos, nostalgias y nudos, también los  deseos de volver a tejer,  atar y montar  una nueva  trama. Para que tantos niños como el protagonista  de Chaimoseau conozcan: “el placer de aprisionar  pedazos de realidad en sus trazos de gis”.



Bibliografía
-       Diuk Beatriz: Clase 8: El proceso de alfabetización inicial. En Curso Especialización en Lectura, escritura y educación FLACSO/INFOD - 10.
-       Hèbrard Jean Clase 4: La puesta en escena del argumento de la lectura: el papel de la escuela. En curso de lectura, escritura y educación 2008
-       Colomer Teresa Clase 9: El mapa no es el territorio...pero ayuda a no perderse. Educación literaria y escolaridad básica. Especialización en Lectura, escritura y educación FLACSO/INFOD - 10.
-       Alvarado Maite . (2001) Entre líneas. Teorías y enfoques en la enseñanza de la escritura, la gramática y la literatura. Buenos Aires, FLACSO-Manantial.
-       Borzone Ana María. (1997) El proceso de alfabetización en niños pequeños: diferencias socioculturales. Tesis doctoral no publicada. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires.
-       Borzone de Manrique Ana  María,  y otras(2004) Niños y Maestros por el Camino de la Alfabetización. Buenos Aires, Ministerio de Educación de la Nación, Programa Infancia y Desarrollo (Fundaciones Arcor y Antorchas), Red de Apoyo Escolar y Etis.
-       Borzone, Ana María (1994) Leer y Escribir a los 5. Buenos Aires, Aique.
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-       Braslavsky, Berta. (1962) La Querella de los métodos en la enseñanza de la lectura. Buenos Aires, Kapelusz.
-       Ferreiro, Emilia (1994) "Diversidad y proceso de alfabetización: de la celebración a la toma de conciencia", en Revista Lectura y vida, Nº 3, Año 15, septiembre de 1994. Buenos Aires.
-       Melgar Sara y Botte Emilce Estudio preliminar en La formación docente en alfabetización inicial- INFOD 2009 2010://cedoc.infd.edu.ar/
-        Ministerio de Educación de la Nación (2001) "Condiciones del proyecto alfabetizador. Propuestas de trabajo en el aula para la alfabetización en las áreas del currículum". Buenos Aires, mimeo
-       Raiter Alejandro “Apuntes  de psicolingüística”  en Aportes de la psicolingüística  a la alfabetización en La formación docente en alfabetización inicial- INFOD 2009 2010://cedoc.infd.edu.ar/
-       Zamero Marta “La formación docente en  alfabetización inicial como objeto de investigación”-INFOD 2009/2010 http://cedoc.infd.edu.ar/





[1] Cfr. Braslavsky, Berta. (2004) ¿Primeras letras o primeras lecturas? Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica
[2]  Braslavsky Berta (1962) La Querella de los métodos en la enseñanza de la lectura. Buenos Aires, Kapelusz.
[3]Diuk Beatriz: Clase 8: El proceso de alfabetización inicial. En Curso Especialización en Lectura, escritura y educación FLACSO/INFOD - 10.

[4] Nos remitimos a la investigación del INFOD “La formación docente en  alfabetización inicial como objeto de investigación”-El primer estudio nacional  por Marta Zamero
[5] Diuk Beatriz: Clase 8: El proceso de alfabetización inicial. En Curso Especialización en Lectura, escritura y educación FLACSO/INFOD - 10
[6] Hèbrard Jean Clase 4: La puesta en escena del argumento de la lectura: el papel de la escuela. En curso de lectura, escritura y educación 2008
[7] Todorov retomado  en Hèbrard Jean Clase 4: La puesta en escena del argumento de la lectura: el papel de la escuela. En curso de lectura, escritura y educación 2008

[8] Ferreiro, Emilia (1994) "Diversidad y proceso de alfabetización: de la celebración a la toma de conciencia", en Revista Lectura y vida, Nº 3, Año 15, septiembre de 1994. Buenos Aires
[9] Ferreiro, Emilia (1994) "Diversidad y proceso de alfabetización: de la celebración a la toma de conciencia", en Revista Lectura y vida, Nº 3, Año 15, septiembre de 1994. Buenos Aires
[10] Raiter Alejandro “Apuntes  de psicolingüística”  en Aportes de la psicolingüística  a la alfabetización en La formación docente en alfabetización inicial- INFOD 2009 2010://cedoc.infd.edu.ar
[11] Melgar Sara y Botte Emilce Estudio preliminar en La formación docente en alfabetización inicial- INFOD 2009 2010://cedoc.infd.edu.ar/
[12] Ferreiro, Emilia (1994) "Diversidad y proceso de alfabetización: de la celebración a la toma de conciencia", en Revista Lectura y vida, Nº 3, Año 15, septiembre de 1994. Buenos Aires
[13]Ministerio de Educación de la Nación (2001) "Condiciones del proyecto alfabetizador. Propuestas de trabajo en el aula para la alfabetización en las áreas del currículum". Buenos Aires, mimeo

Quién me enseñó a ser bruto, quién me enseñó

Prof. Gabriel Ríos

Si en la panza de mama 
No había tiza ni pizarrón.
José Larralde


1. Echeverría

     La verdad, dice Nietzsche, es un ejército de metáforas en movimiento.  Querría volver a ese texto fundacional que es “El Matadero”, para registrar los entresijos de una metáfora que cifra buena parte de lo que creemos ser. Pero sin insistir demasiado, en tan poco espacio, en la transitada discusión teórica sobre la identidad. Más modestamente, me propongo dejar constancia de un trayecto de lecturas generador de algunas perplejidades que acaso merecen compartirse. Insistiré, sí, en la invitación al desvío y la remisión a esas lecturas que propiciaron este difuso escrito. Sin embargo, precisamos un conciso marco de sustentación. En “El principio de identidad”, Heidegger, en la andadura de su crítica a la metafísica substancialista, deja entrever algo que no habríamos pensado bien: la identidad no es la semejanza o igualdad de uno consigo mismo, sino siempre una relación, y hace hincapié en la relación, “de uno con uno en uno mismo”. Y dado que uno no es  nunca una cosa solidificada, sino proyecto permanente, esa relación se produce a través del rodeo del lenguaje, la morada del ser. 
    
       Al volverse hacia sí, la conciencia no puede verse más que a través de la trama de los discursos que configuran y reconfiguran una subjetividad histórica.  Entonces, como elucidación operativa de la noción de identidad,  esbozamos la relación lábil entre un tejido de discursos  y el vacío en proceso que aquellos procuran saturar con sus representaciones. De un lado, lo real innombrable; del otro, los discursos ineludiblemente ideológicos en su imposibilidad de nombrar la totalidad.            Preguntamos ahora ¿Qué discursos informaron  las subjetividades en que se referencializa el Matadero? ¿Cómo interactúan el referente y el texto que refiere? En primer lugar, se sabe, Echeverría aplica a su tema el mismo molde romántico del contraste entre civilización y barbarie, que sistematiza Sarmiento en el “Facundo”. Así como sarmiento muestra al caudillo como un animal salvaje, Echeverría compara a los federales con ratas y aves carroñeras. Al hilo de la metáfora de la animalidad, podría perfilarse un circuito intertextual que recorriera “El Matadero”, el “Facundo”, y “La fiesta del monstruo”, un texto poco conocido en el que Borges y Bioy Casares pergeñan una horrenda caricatura del Peronismo (la segunda tiranía, según Borges, plenamente enredado en la historia mitológica del mitrismo)

2. La barbarie se combate con barbarie

     En la emisión de su programa del  29 de abril de este año, “Filosofía aquí y ahora”,  José Pablo Feinmman explicaba el uso político de esta metáfora. Cuando alguien, como hace Echeverría, “animaliza” al enemigo, lo saca de la especie humana y lo deja expuesto al trato que merece un animal. Cuando alguien muestra con minuciosidad la crueldad del enemigo, está preparando el terreno para ejercer la propia crueldad. Y aquí se trata de la crueldad del Progreso. Las levas forzosas, las campañas al desierto, los fortines, la Guerra de la Triple Alianza, la exterminación del indio y del gaucho constituyen las crueles afirmaciones del Progreso justificadas en la “animalización” del enemigo.  Por eso Alberdi decía que el gaucho, el cholo, el indio, sometidos al mejor sistema educativo, no eran nada al lado de un obrero inglés analfabeto. Por eso Sarmiento recomendaba derramar sangre de gaucho, solamente útiles para la guerra. Porque los animales son ineducables. La escuela de Sarmiento no alberga a las masas populares, sino a los supuestos europeos laboriosos que enriquecerán las entrañas de La Patria. Pero los inmigrantes se transformarán, después, en los nuevos “animales” que, con desaforados reclamos laborales (recordar la Ley de Residencia), estorbarán la consolidación   de la preciada identidad nacional  que la oligarquía ganadera del Centenario necesitaba para robustecer sus privilegios. Y posteriormente, el Peronismo. En la “Fiesta del monstruo”, el peronista, cruza de indio, matasiete y cocoliche, deviene el animal  perverso que justificará las persecuciones y masacres que siguieron a La Revolución Libertadora. Lo interesante, y a esto quería llegar, es que la estigmatización  de las masas a través de la metáfora de la animalidad,  tan recurrente en nuestras catástrofes históricas, tiene, al parecer, un origen científico. El saber, afirma Ricoeur, se reestructura por la introducción de nuevas metáforas,  o bien por la aplicación de las viejas metáforas a nuevos asuntos.

3. El burro es un caballo degenerado

     Recalamos así en un texto curioso, incluido en el “Diario  de viaje” de Charles Darwin: el encuentro con el General Rosas. Durante su viaje de cinco años por el mundo a bordo del Beagle, Darwin tiene una entrevista con el futuro gobernador de Buenos Aires y cabeza de la Confederación,  que por entonces, 1832, se encontraba con su ejército en una de sus expediciones al desierto, a orillas del río Colorado. El naturalista  hace una estampa elogiosa de Rosas, pero se muestra despectivo con su ejército. Dice Darwin que “casi todas las tropas eran de caballería, y me inclino a creer que jamás se reclutó en el pasado un ejército semejante de villanos seudobandidos. La mayor parte de los bandidos eran mestizos de negro, indio y español. No sé por qué tipos de esta mescolanza rara vez tienen buena catadura”. Y luego: “Mi principal entretenimiento consistió en observar a las familias indias según venían a comprar ciertas menudencias al rancho donde nos hospedábamos. Supuse que el general Rosas tenía cerca de 600 aliados indios. Los hombres eran de elevada talla y bien formados, pero pronto descubrí en el salvaje de la Tierra del Fuego el mismo repugnante aspecto, procedente de la mala alimentación, el frío y la ausencia de cultura”

     Para entender a Darwin no hace falta remontarse a las controversias de la Conquista sobre la pertenencia o no de los salvajes americanos a la especie humana. Los siglos XVIII y XIX fueron en Europa los siglos de los zoológicos humanos. El eurocentrismo exacerbado de algunos naturalistas promovía  en fiestas, salones, universidades, la desvergonzada exposición de individuos de etnias diferentes. Un degradante racismo científico exhibía asiáticos, africanos, indios, como curiosidades, monstruos y extravagancias de la naturaleza. En el horizonte científico de Darwin destacaba la figura de Buffon, eminente naturalista del siglo XVIII. Si bien Darwin, antes de emprender su famoso viaje, adhería a la concepción “fijista” sobre las especies, veía en el transformismo limitado de Buffon los rudimentos de la teoría evolucionista que fraguará después de su viaje. Pero la influencia se advierte también en el palmario eurocentrismo del que Darwin no podía desprenderse del todo. Buffon pensaba que las especies animales americanas eran descendientes degradados de la especies del Viejo Continente. El tapir, por ejemplo, una suerte de elefante achicharrado y sin trompa. El clima, decía Buffon, determina las características de la tierra, la tierra determina las características de las plantas, y las plantas las características de los animales y del hombre. Buffon parece haber sido un lector muy atento del “Facundo”. Si la rémora racista cruza esta visión de los gauchos y los indios fueguinos, también es justo decir que en otras partes del diario Darwin deplora la esclavitud en Río de Janeiro y denuncia el trato inhumano que reciben los indios Pampas.

4. Las ficciones de la identidad

     Sartre, en “El Ser y la Nada”, supone que la conciencia que niega la permanente recusación de sí misma es un fraude y un autoengaño (“mala fe”). Es que en el conato de cualquier identidad anida el sentimiento de la manada. La identidad significa la identificación con lo idéntico de los miembros del grupo. El individuo no soporta el miedo morboso de quedarse solo, la revelación de su propio vacío y el absurdo que lo instaura en el mundo. No soporta la libertad, diría Fromm. La gente sufre si alguien no le dice quién es, qué consumir, qué sentir. Producción en serie de conciencias que el poder “pastoral” multiplica cuando se trata de la identidad de una nación, porque entonces recrudecen las dinámicas disciplinarias que organizan los mitos nacionales, seleccionan los próceres y las fechas patrias que gustosamente festejaremos como neutros autómatas cartesianos.
     Si, como Plantea Alberdi, la Revolución de Mayo, más que una revuelta separatista, significó el comienzo de la hegemonía de Buenos Aires sobre el interior (puesto que la hizo una élite ilustrada, a espaldas de las masas “bárbaras” de las provincias), sucedió por la implantación de una dicotomía violenta cuya síntesis aún no se produjo. El país surgió partido, y a doscientos años del nacimiento de Darwin, algunos todavía parecen creer que el hombre desciende del gaucho, como lo proclamaron las siniestras ficciones patrióticas de la oligarquía hipócrita del Centenario, alumnos ejemplares de los mismos que instrumentaron su exterminio. Que “El burro es un caballo degenerado” es una idea de Buffón, pero se trata esencialmente del mismo burro de la canción de Larralde, señalando con justa eficacia poética la manipulación de la subjetividad perpetrada para convencernos de que somos quienes dicen que somos. ¿Hace falta agregar que, en virtud del formidable  reproductor de ficciones políticas que  ha sido la escuela, eso es lo que festejamos atropelladamente este año?  
    

     El esplendor turbio de algunas metáforas ilustres, las máscaras de la intolerable incertidumbre. Es tiempo de que la escuela, principal aparato ideológico responsable de la transmisión de la memoria colectiva, deje de ser  tributaria de un poder experto en urdir el olvido de las contradicciones históricas que no le conviene mostrar.