/por Marcelo Faure
Un verdadero
viaje de descubrimiento
no consiste en buscar nuevas tierras
sino en tener una
mirada nueva.
Marcel Proust
En el siglo XIX, el escritor, militar y
político Domingo Faustino Sarmiento defendía inflexiblemente la ciudad, el
lugar privilegiado de la Civilización, y se quejaba de la gran
inmensidad de la campaña, ese pecado argentino repleto de bestias, de
salvajes y de bárbaros.(1)
Más adelante, cuando esa heterogénea Barbarie fue “aniquilada” -
fortines contra indios y ejército contra montoneras- impulsó la ley Nº 1.420
para ilustrar a los sobrevivientes, los “buenos vecinos”, primero de la ciudad
y luego del antiguo desierto.
Vista desde la urbe, la
nueva ley educativa era para el país el boleto de entrada al concierto de la
modernidad.
Sarmiento era un intelectual formado en la masonería y repelía – por lo
menos teóricamente- todo tipo de régimen ajeno a la república. Su mirada
europea, anclada en la dicotomía civilización - barbarie, objetó esa
forma caudillesca de entender el poder. Su propósito era la república
aunque su método el maquiavélico: cortar cabezas y degollar era moneda
corriente en el Partido Unitario, receta cruel pero efectiva a la hora
de disciplinar a la nueva “ciudadanía” – rara manera de entender, por cierto,
los procedimientos republicanos. (2)
La generación del ’80,
un grupo de civiles, militares e intelectuales, fue el clímax de la argentina civilizada,
el Centenario de la Patria se festejó en Buenos Aires, un centenario unitario
sin dudas, alejado de aquellas tierras desiertas que estaban siendo ocupadas
por empresarios de la tierra y el ganado.
Ese fue el contexto del
nacimiento de la escuela pública, gratuita y laica. Sumada la
resistencia de parte de los grupos del poder - la iglesia católica y los
terratenientes- que
se oponían a perder privilegios, pues controlar la Educación y el Mercado
era una tradición de círculos selectos.
Aquellos que alentaron a
Sarmiento, lo llevaron como presidente y le prometieron canjear disciplina por
república, finalmente miraron otra vez hacia fuera, hacia los mercados
internacionales, hacia las metrópolis iluminadas, olvidando la promesa de un
país inclusivo, con identidad propia e instituciones democráticas. Las
políticas educativas se articularon en ese contexto.
Por eso me resulta difícil
pensar la génesis excluyente de la escuela pública, un oximorón que
merece más reflexión en nuestras aulas. ¿Acaso puede enderezarse el árbol que
nace torcido, que crece ladeado?, ¿el refrán popular es aplicable a un
organismo no biológico sino social y político?
Entiendo que es posible la
resignificación de un organismo público, una institución del Estado–Nación, que
nació de nalgas. Y además de ser posible, es necesario.
Los positivistas defendieron
– y defienden- el paso evolutivo de la barbarie a la civilización y esa es la
dicotomía que se viene desarmando hace tiempo.
El filósofo José Pablo
Feinmann también nos interpela cuando critica a José Hernández porque en su
obra maestra Martín Fierro revive finalmente a un gaucho doblegado
(debe el gaucho tener casa / escuela, iglesia, derechos), matando la
rebeldía de ese sujeto social que denunciaba a su manera el avance
sanguinario del Estado nacional (Mi gloria es vivir tan libre/ como pájaro
en el cielo/ No hago nido en este suelo/ ande hay tanto que sufrir/ Y naides me
ha de seguir/ cuando yo remonto el vuelo). (3) El poema nacional acompaña
entonces las transformaciones económicas, sociales y políticas del Río de la
Plata y funciona como un aglutinador, un espacio simbólico dentro y fuera del
Estado que funda una mitología patria ajena a la barbarie.(4)
A la sazón, ¿quiénes son hoy
- y cómo actúan- las bestias, los salvajes y los bárbaros?, ¿hay lugar en la
escuela pública para el diferente, para El Otro, para el excluido por el
sistema?, ¿estamos dispuestos a integrar a estos nuevos niños indios, niños
gauchos, a esos gurises y gurisas que no leyeron el Martín Fierro
todavía y que merecen vivir y aprender en una sociedad que supere viejas
antinomias?
El teólogo Leonardo Boff
habla de biocentrismo, una idea más holística del territorio que
habitamos y compartimos. Una idea que refuta no ya el teocentrismo de la Edad
Media sino el antropocentrismo de la modernidad. Y nos da letra a los
que creemos que la política es biopolítica, que las teorías del Estado y la
Sociedad son inocuas si no logramos sincronizar con el Cosmos.
Isabel Cassígoli escribe: “El dispositivo conceptual denominado biopolítica
posibilita nuevas miradas sobre los cambios y mutaciones en el ejercicio
del gobierno del territorio, entendiendo a éste como una articulación entre la
población y el medio, la población y las cosas”. (5)
Creo que una educación
inclusiva - y amigable con el medio, la población y las cosas- es realmente
evolutiva pues trata de integrar los distintos modos de vida
sacando del centro a ese hombre civilizado que está por encima de
las bestias, los salvajes y los bárbaros.
Por eso, la construcción de una nueva subjetividad en la Escuela
Pública es uno de los propósitos de aquellos que deseamos una educación
biocéntrica.
NOTAS
(1) En la República Argentina se ven a un tiempo dos civilizaciones
distintas en un mismo suelo: una naciente, que sin conocimiento de lo que tiene
sobre su cabeza está remedando los esfuerzos ingenuos y populares de la Edad
Media; otra que sin cuidarse de lo que tiene a sus pies, intenta realizar los
últimos resultados de la civilización europea: el siglo XIX y el XII viven
juntos; el uno dentro de las ciudades, el otro en las campañas. D. F.
Sarmiento en Facundo.
(3)¿De dónde sacó Borges que la Argentina eligió al Martín Fierro
como libro fundacional? ¿De dónde sacó que Martín Fierro es la apología del
“gaucho malo”, desobediente de la ley? ¿Nunca leyó la “Vuelta”? El poema
hernandiano tiene dos partes: la “Ida” y la “Vuelta” de Martín Fierro. La
segunda parte, de 1878, está al servicio del país de Roca y es un manual de
consejos de mansedumbre. “Obedezca el que obedece y será bueno el que manda.”
(...) La oligarquía argentina mitifica al gaucho para enfrentar a la “chusma
ultramarina”. El muy pero muy represor Estado argentino se consolidó en el ’80
luego de la derrota y aniquilación del gauchaje y de la masacre indígena. Ahí,
su problema fue “poblar” un país cuya población había exterminado. Para hacerlo
lanza la política inmigratoria. Lo que viene no les gusta a los dueños de la
tierra. Vienen tanos, judíos, polacos. Ni alemanes, ni franceses, ni ingleses.
Y vienen, para colmo, los anarcosindicalistas, los ácratas libertarios. Duro
con ellos, mano dura o nos robarán el país. Ley de Residencia, la policía
brutal del coronel Falcón, represión de las huelgas en lo de Vasena y en la
Patagonia. Gringo que se queja, al asador. ¿Qué requiere este Estado implacable
para domesticar a la chusma ultramarina? Una “identidad nacional”. Aquí, la
oligarquía “inventa” al gaucho. José Pablo Feinmann en Página/12,
11/04/2004.
(4) La barbarie es el caos improductivo mientras la civilización
representa el orden productivo; y sólo este último es capaz de garantizar a los
individuos la libertad y el bienestar que exige el pleno desarrollo de la
condición humana. Prof. Carlos Giordano en http://www.sarmiento.org.ar/giordano.html
(5) Se trata de un concepto, la biopolítica,
introducido por el filósofo Michel Foucault, que da cuenta de los mecanismos
por medio de los cuales la vida (humana, animal y vegetal) entra en la
historia, y se constituye en un objeto de saber-poder, en objeto jurídico, de
cálculos políticos y económicos. El fin es tomar la gestión de la vida,
optimizar un estado de vida, productivizar sus rendimientos. En este sentido,
la biopolítica es también una cambiante gestión de la muerte, pues el complemento
inseparable del gerenciamiento de la vida es la manipulación de la muerte en
sus diversas formas, no sólo física, sino también social y, por ende, de las
representaciones subjetivas de la muerte que condicionan los avatares de las
subjetividades singulares y colectivas. Isabel Cassigoli, Universidad ARCIS
(Chile), Coordinadora general, Segundo Coloquio Nacional de Biopolítica.
En http://www.biopolitica.cl/pags/redes_la.html